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2019 Caracol arborícola de la isla Oahu
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Nombre científico: Achatinella apexfulva. Reino: Animalia. Filo: Mollusca. Clase: Gastropoda. Orden: Stylommatophora. Familia: Achatinellidae. Género: Achatinella.
La mala noticia llegaba nada más estrenar el año. El 1 de enero de 2019 moría George, el último representante conocido de Achatinella apexfulva, una especie nativa de caracol arborícola de la isla hawaiana Oahu. Aunque todavía no se descarta la posibilidad de que existan otros ejemplares en la naturaleza, los datos revelan un panorama nada optimista y hasta el momento no hay signos de supervivencia de ningún otro congénere. De confirmarse la ausencia total del resto de individuos, la muerte del caracol George le llevaría a ser la primera especie extinta de 2019.
Dadas las coincidencias, su nombre rinde homenaje al Solitario Jorge (Lonesome George), último miembro conocido de las tortugas gigantes de la isla Pinta cuya muerte en 2012 también dio fin a toda su especie. La casualidad quiso que dos animales ajenos llevaran historias paralelas: tras una vida marcada por los programas de cría en cautividad, ambos se marcharon solos y sin dejar descendencia.
De entre la última población conocida, en 1997 se recolectaron unos 10 ejemplares de Achatinella apexfulva para intentar su cría en cautividad en un laboratorio de la Universidad de Hawái. En ese pequeño grupo se encontraban los padres de George.
Los caracoles cautivos tuvieron pocas crías y tanto ellas como sus progenitores murieron poco tiempo después por causas desconocidas. Todos excepto un joven caracol, George, que había nacido en ese mismo laboratorio a principios de la década de 2000.
A pesar de su nombre masculino, este caracol era hermafrodita –disponía de órganos reproductores masculinos y femeninos–, pero su especie necesitaba el apareamiento entre dos adultos para poder procrear y, en este sentido, difiere de otros invertebrados. Estos caracoles tardan cinco años o más en ser sexualmente maduros y dan a luz menos de 10 crías al año. Su baja tasa de crecimiento y fertilidad los hace especialmente vulnerables a la pérdida de poblaciones a través de la depredación, la recolección humana o debido a otras causas.
Así que, mientras George iba alcanzando la madurez sexual, los investigadores intentaban procurarle una pareja con la que reproducirse. Pero eso nunca ocurrió. Durante 14 años, George siguió esperando en vano en su terrario hasta su fallecimiento el 1 de enero de 2019. Fue un caracol solitario y, según lo describía D. Sischo, uno de los biólogos coordinadores del programa, también «tímido», pues comentaba no haberlo visto nunca fuera de su concha hasta que no cumplió los 10 años.
Hoy, lo único que queda de la especie es una muestra congelada del tejido de George.
De los cientos de especies de caracoles terrestres que habitan las islas de Hawái, la Achatinella apexfulva –a la que pertenecía George– fue la primera en ser descrita por la ciencia occidental. Esta primera catalogación se produjo en 1787, a partir del análisis de una concha que servía de adorno en una guirnalda. Apex fulva significa «punta amarilla», y representa una característica común de estos caracoles. En épocas pasadas esta especie pudo haber tenido una amplia distribución en la isla Oahu, pero su presencia se vio muy limitada tras la llegada de las poblaciones occidentales.
Mientras que la mayoría de las conchas de los gasterópodos son dextrales, muchos de estos caracoles arborícolas presentan su espiral girando a la izquierda. Los caracoles arborícolas de Oahu ofrecen diversos patrones, colores y formas, pero todos tienen un promedio de 1,9 cm de longitud. Por lo general, tienen cubiertas lisas brillantes, oblongas u ovadas que muestran una variedad de colores. Los subgéneros reconocidos dentro del género Achatinella se distinguen únicamente por las características de sus conchas.
Los caracoles de la familia Achatinellinae viven en varias islas del Pacífico, pero era en Hawái donde su presencia era extraordinariamente abundante y ofrecían una amplísima diversidad. Llegaron a existir más de 750 especies de caracoles terrestres, entre ellas más de 200 en la familia de los caracoles arborícolas. Los documentos del siglo XIX ya reseñaban la impresionante biodiversidad de caracoles que habitaban en el complejo de islas. Como dato, en un solo día podían recogerse en torno a los 10.000 ejemplares.
Eran tan abundantes y estaban tan arraigados a la cultura local que a menudo se mencionaba a estos caracoles en canciones y leyendas del folclore hawaiano. Sus coloridas conchas se convertían en elementos ornamentales para guirnaldas, coronas y otros adornos. Para los pueblos indígenas de Hawái eran sinónimo de belleza y tradicionalmente se les conocía como «las joyas del bosque».
Pero el panorama actual es bien distinto. Al igual que los caracoles y babosas terrestres de otras partes del mundo, los caracoles hawaianos se enfrentan a serios peligros que fácilmente pueden llevar a muchas especies al límite. Se habla del impacto de su recolección extendida, del cambio climático y de los depredadores introducidos que en los últimos años han irrumpido en sus refugios y han acelerado su declive.
Para algunas fuentes, el 90 por ciento de estos caracoles ya ha desaparecido, para otras, este porcentaje es un poco menos dramático si se consideran las decenas de especies que se han redescubierto tras creerse extintas –especies lázaro– sumado al hallazgo de otras nuevas especies. En cualquier caso, cientos de especies ya se han extinguido y no cabe duda de que los caracoles restantes que habitan Hawái están inmersos en una profunda crisis. La mayoría sobrevive en áreas muy reducidas y es probable que se extingan en cuestión de meses o años si no se toman medidas inmediatas.
Antaño abundantes, los caracoles arborícolas de Oahu del género Achatinella hoy corren la misma suerte. El futuro de este género recae en apenas 10 especies que actualmente se encuentran en peligro de extinción. Algunos expertos aseguran que en una década ya no quedará ninguna.
La pérdida de George pone de manifiesto la situación desesperada a la que se enfrenta la fauna de la isla Oahu en general, y los caracoles terrestres en particular: «Lamentablemente, el fallecimiento de George también es un presagio de lo que vendrá para el resto de nuestros Kāhuli (caracoles arborícolas) si no se hace más para protegerlos de las especies invasoras y el cambio climático. Muchos de los caracoles terrestres que quedan en la isla se enfrentan a una extinción inminente», alerta la división de Silvicultura y Vida Silvestre de Hawái.
Tomamos la cita del especialista en invertebrados M. Hadfiel: «Cualquier cosa que abunde en el bosque es una parte integrante de este». La perdida de especies supone un duro golpe para los ecosistemas, donde todo está interconectado, y es a su vez un claro indicativo de que algo no marcha bien en la naturaleza.
Cuando llegaron a las islas, los caracoles se ramificaron y adoptaron diversos papeles ecológicos fundamentales. Algunas de estas especies, por ejemplo, comenzaron a funcionar como descomponedores de detritos, es decir, materia muerta que procede de animales o plantas. Los caracoles arborícolas hawaianos están especializados en la suciedad que crece en las hojas y, mientras se alimentan, contribuyen al reciclado de los nutrientes y favorecen el equilibrio fúngico, por lo que es razonable pensar que su presencia haya ayudado a proteger los árboles autóctonos de diversas enfermedades.