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Hacia 1960, Jutía de las Islas del Cisne

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Imagen: Artimalia | Dibujo: Isabel González | ©All rights reserved

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Nombre científico: Geocapromys thoracatus.
Reino: Animalia. Filo: Chordata. Clase: Mammalia. Orden: Rodentia. Familia: Capromyidae.

Acerca de las jutías

Las jutías o hutías son roedores histricognatos que constituyen un verdadero símbolo de la fauna terrestre caribeña. Son parientes de las capibaras, las liebres de la Patagonia, las cobayas o las chinchillas puesto que forman parte del vasto grupo de los roedores histricomorfos, que engloba a la casi totalidad de los roedores americanos junto con los puercoespines del Viejo Mundo.

Dentro de este grupo, las jutías se asignan a la familia Echimyidae, abarcando las llamadas ‘ratas espinosas’ y también las jutías, quienes ocupan una subfamilia para ellas solas: Capromyinae, en la que se han catalogado 10 especies actualmente vivientes dentro de los géneros Capromys, Geocapromys, Mesocapromys, Mysateles y Plagiodontia.

Son similares a los castores o coipús, pero de menor tamaño y más esbeltas, y alcanzan tamaños medianos con longitudes entre los 21 y 46 cm y un peso que no excede normalmente de los 2 kg, con la excepción de la Jutía cubana o Jutía de Desmarest, Capromys pilorides, que alcanza los 60 cm de longitud y un peso de hasta 8,5 kg.

Todas las jutías viven en islas del Caribe. Durante el periodo Oligoceno hubo un único evento de colonización por parte de los ancestros de las jutías, que habitaban en el Continente, y llegaron hasta las tierras caribeñas a través de un puente de tierra que existía entonces, procediéndose a conquistar lo que luego serían las islas del Caribe. Posteriormente, y siguiendo la dinámica de cambios climáticos que implicaban subidas y bajadas del nivel del mar, se fueron diferenciando las distintas especies de jutías al quedar poblaciones aisladas en islas, islotes y cayos.

Las jutías son animales predominantemente forestales y pueden vivir tanto en manglares como en pantanos, así como en bosques secos y húmedos.

También se pudo producir difusión de especies al ser empujadas de isla en isla por causa de los huracanes, que arrastraban hacia el mar superficies a la deriva de vegetación flotante y que, en ocasiones, portaban ‘navegantes’. Esta fortuita tripulación alcanzaba territorios isleños en los que poder prosperar y dar lugar al proceso de especiación. Al tratarse de mamíferos terrestres enclaustrados en islas, muchas jutías experimentaron la regla de las islas aumentando de tamaño ante la ausencia de depredadores, un proceso evolutivo conocido como gigantismo insular. De este modo, algunas especies fósiles llegaron a alcanzar el tamaño del actual oso negro americano.

Las jutías como ejemplo de la fragilidad de las especies insulares

Las jutías, al ser animales endémicos de islas caribeñas, padecen la fragilidad asociada a cualquier fauna insular. Desgraciadamente, son ya 11 las especies de jutías que se han extinguido o se presumen extintas desde que las islas del Caribe fueron colonizadas por el ser humano.

Las poblaciones indígenas las cazaban para emplearlas como alimento pero, sobre todo, fueron los pobladores europeos los que, al introducir animales exóticos desequilibraron y rompieron el delicado sistema natural de las islas. Por un lado, la introducción de ganado y sus consecuentes cambios ecológicos en el hábitat; por otro, la llegada de perros y gatos que sorprendió a unas jutías indefensas ante unos depredadores que no habían conocido hasta entonces. Y por estas mismas razones las especies de jutías aún existentes se encuentran amenazadas de extinción en su totalidad.

Historia y extinción de la jutía de las Islas del Cisne

Breve inciso geográfico > Las Islas del Cisne, también llamadas Islas Santanilla o Islas Swan, conforman un archipiélago localizado al nordeste de Honduras a unos 250 km de tierra firme. Está constituido por tres islas: Cisne Grande (Great Swan Island); Cisne Pequeño (Little Swan Island) y El Cayo Pájaro Bobo (Booby Cay).

Apenas existe información sobre la jutía de las Islas del Cisne, Geocapromys thoracatus, de modo que su descripción únicamente puede divisarse a través de notas procedentes de personas que documentaron sus observaciones aportando ligeras pistas sobre su historia y ecología. Hasta donde se sabe, en 1887 la especie fue descubierta por primera vez en la isla Cisne Pequeño por el naturalista británico Charles Townsend, quien recolectó dos especímenes. A partir de este hallazgo, el naturalista estadounidense Frederick True pudo describir oficialmente la especie en 1888. Los naturalistas de la primera mitad del siglo XIX observaron que las jutías eran extremadamente abundantes en la isla Cisne Pequeño.

Se cree que la población de estas jutías pudo originarse a partir de las vecinas jutías de Jamaica, Geocapromys browni, que de forma probable fueron arrastradas por huracanes hace entre 5.000 y 7.000 años. Sus dimensiones eran pequeñas en comparación con otras jutías, dado que eran equiparables a las de una cobaya. Seguramente, la reducida extensión de la isla Cisne Pequeño impuso la selección evolutiva para favorecer a los animales de menor tamaño y que consumieran menos alimento a fin de preservar los recursos de tan limitada isla.

La jutía de las Islas del Cisne representa la segunda especie documentada de mamífero extinta para Honduras durante el siglo XX. La primera fue la foca monje del Caribe, Neomonachus tropicalis.

Ningún documento atestigua la presencia de esta especie en la isla Cisne Grande, lo que sí es evidente es su existencia en la isla Cisne Pequeño, una inhóspita isla que forma parte del citado archipiélago, a medio camino de las Islas Caimán, y que están situadas bajo soberanía de la República de Honduras desde 1972 cuando un tratado con los EE.UU. –que hasta ese momento habían explotado las islas como fuente de guano y para instalaciones militares–, éstos cedieron a Honduras la soberanía del archipiélago.

En Cisne Pequeño solo contaban con un depredador natural que ayudaba a mantener la población bajo control, la serpiente Cubophis brooksi, que formaba con las jutías lo que se conoce como un sistema depredador–presa que se mantenía en equilibrio. Otras notas de investigación también añaden que estas serpientes eran capaces de alcanzar tallas de hasta 1, 3 metros y pudieron haber sido uno de los depredadores de las crías de las jutías. Por aportar un dato significativo, este reptil se encuentra en la actualidad en Peligro Crítico (CR) de acuerdo a la Lista Roja de la IUCN.

Apuntes sobre su dieta y hábitos

Las Islas del Cisne poseen vegetación en forma de monte bajo y áreas de pasto y son frecuentadas por aves marinas. Se presume que la jutía habitante de estas islas se alimentaba de cortezas de plantas, así como de hojas y brotes. A pesar de la explotación guanera de las islas desde 1840 y de algunas plantaciones de cocoteros que se llevaron a cabo, la población de jutías no pareció haberse visto afectada por estas actividades humanas.

La especie Geocapromys de las islas del Cisne se caracterizaban por su cola corta y las orejas membranosas y sin pelaje. Tenía un aspecto y tamaño parecido al de los conejillos de Indias. Se cree que se activaban al final de la tarde y que su desplazamiento era lento.

Los investigadores que pudieron observarlas en su hábitat natural indicaron que, a falta de cobijos rocosos en su entorno, buscaban refugio entre los cactus –seguramente a modo de defensa contra el ataque de aves–. También encontraron señales de feroces combates entre ellas, dada la cantidad de mutilaciones que se apreciaron en sus orejas, y que indicaba una fuerte interacción social.

Nada amigas del cautiverio

Las jutías de las Islas del Cisne fueron mantenidas en cautiverio en dos ocasiones. En 1908 se capturaron dos ejemplares vivos en Cisne Pequeño, una murió en el viaje a Inglaterra y la otra poco después de su llegada a Londres. En 1937, catorce jutías de la misma isla fueron capturadas para intentar establecer una colonia de cría en cautividad, pero el plan fracasó y todos los ejemplares murieron hacia 1940, algunas a causa de las heridas provocadas entre ellas y el resto de neumonía. Para entonces, era consenso general entre los naturalistas que la especie contaba con una población abundante.

Una mezcla de posibles causas llevaron a la especie hasta el peor de sus finales

Como ya venimos comentando, la extinción de mamíferos pequeñas en islas reducidas es una situación preocupante dada la vulnerabilidad de su ecosistema. Si bien a día de hoy se siguen discutiendo, todo parece indicar que las causas de la extinción de la jutía de las Islas del Cisne se debe a la suma de varios factores, que pasan por la introducción en las islas de animales alóctonos, posibles enfermedades, clima severo y tormentas e inundaciones.

Como casi siempre sucede en entornos insulares, el impacto de animales domésticos introducidos –como ganado, perros, cabras y gatos– constituyen amenazas graves para la vida silvestre, por lo que es razonable pensar que sus efectos contribuyeran a la desaparición total de la especie. Ya en 1938, Moyne –el último naturalista que pudo contemplar jutías vivas en la isla Cisne Pequeño– reportó que el jefe de la isla Cisne Grande pocas semanas antes había introducido cabras que, sin duda, empezarían una labor de esquilma de la vegetación con la que se alimentaban otros animales autóctonos. Para colmo, en 1950 se abandona en la isla Cisne Pequeño una caja de gatos “no deseados”, hecho que, muy probablemente, encaminó el destino final de las jutías.

Y por si esto no fuera poco, en 1955 uno de los huracanes más fuertes de la Historia, el Huracán Janet, devastó las Islas del Cisne sentenciando una población de jutías que, sin duda, ya debía estar en estado agónico tras las consecuencias de las cabras y los gatos introducidos.

El caso es que, en 1962, la siguiente misión científica que recala en las islas no avista ya ninguna jutía, tan solo el descubrimiento de un cráneo en 1974. Hasta el día de hoy no se ha encontrado ni rastro de ningún ejemplar de jutía de Islas del Cisne, que se entiende fue conducida a la extinción a causa de las diferentes especies introducidas por los humanos entre 1950 y 1960.

> Texto en colaboración con el consultor medioambiental y compañero Eugenio Fernández, autor del blog Crónicas de Fauna.

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