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Hacia 1876, Guará de las Islas Malvinas

Actualizado
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Imagen: Artimalia | Dibujo: Rafa Garabal | ©All rights reserved

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Nombre científico: Dusicyon australis.
Reino: Animalia. Filo: Chordata. Clase: Mammalia. Orden: Carnivora. Familia: Canidae.

Origen del nombre

Al verlo semejante al aguará guazú, los gauchos argentinos lo llamaron guará, y con muy buen tino por cierto, como veremos en las próximas líneas. Posteriormente esta denominación fue transcrita por los ingleses como warrah, término para el que algunos autores proponen dos posibles argumentos: bien podría ser una grafía del nombre aguará con el que se denominaba a los zorros en general en buena parte de Sudamérica o bien podría derivar de una expresión onomatopéyica de su aullido. En cuanto a su origen, guará o aguará significa «cánido silvestre» en la lengua indígena guaraní.

Guará, cánido antártico, zorro-lobo o lobo-zorro de las Malvinas, zorro malvinero… Todos estos nombres comunes se refieren al mismo animal extinto que hoy nos ocupa, el Dusicyon australis, antaño, solitario habitante de pastizales, turbales y costas oceánicas en el archipiélago malvinense, situado en el Atlántico Sur.

Acerca del guará

Poco se conoce sobre los hábitos de este enigmático cánido más allá de los datos que se dejan entrever en los apuntes de exploradores y viajeros que visitaron el archipiélago.

Sí se sabe que su longitud corporal, desde el hocico hasta el nacimiento de la cola, era de unos 90 cm y que estaba dotado de un pelaje abundante y muy tupido justificado por los austeros inviernos australes. Su cola, que alcanzaba los 30 cm –similar a la de un zorro y siendo más larga y peluda que la del lobo–, presentaba un color pardo en la base para luego pasar a un tono negruzco hasta concluir en la típica punta blanca, característica compartida con el aguará guazú entre los cánidos sudamericanos. De cuello y patas amarillentas; su vientre, garganta y labios eran blanquecinos y sus orejas intensamente grisáceas.

Para resguardarse de las frías noches cavaba madrigueras entre los densos pajonales y tenía por costumbre movilizarse en grupos, aunque se desconoce si los miembros eran familiares o si se disponían a modo de jaurías mediante una organización social más compleja.

Los últimos de su especie

Mientras algunas fuentes sostienen que el último ejemplar salvaje fue muerto a tiros en 1876, otras, rescatan la memoria de pobladores de la Provincia de Santa Cruz, quienes recuerdan un cachorro de guará que los tripulantes de una embarcación lobera habrían regalado a los habitantes de la Isla Pavón en 1875; allí parece haber vivido como animal doméstico hasta algún momento de abril de 1876, cuando se lanzó al río Santa Cruz perdiéndose su rastro para siempre.

Al menos tres ejemplares de la especie fueron exhibidos en el zoológico de Londres en 1845, 1868 y 1870. El último guará en cautiverio murió en este mismo recinto en 1875.

El único mamífero terrestre nativo de las Malvinas

El registro histórico más antiguo de esta especie data de 1689, y todavía seguía siendo bastante común cuando Charles Darwin, a bordo del Beagle, visitó las Malvinas en 1833. Allí se encontró con uno de los grandes misterios de la evolución animal encarnada en un cánido al que describió como «un zorro parecido a un lobo» y que representaba el único mamífero terrestre oriundo de las islas. Durante años, este hecho ha tenido en vilo a la comunidad científica porque abría serios interrogantes: ¿De dónde descendía la especie? ¿Cómo llegó hasta allí si el continente más cercano se encuentra a más de 400 km?

Hoy ya obsoleta, al principio la teoría más barajada sobre la presencia de este animal en el archipiélago parecía tener respuesta en los esporádicos desembarcos de cazadores de antiguas etnias quienes consiguieron domesticar a perros salvajes y los habrían transportado consigo hasta otros lugares.

Otro de los asombros de Darwin tenía que ver con la mansedumbre que mostraba el guará… Y acertadamente, vaticinó: «El número de estos zorros disminuye con rapidez, han desaparecido ya de la mitad de la isla […] Dentro de algunos años, cuando estas islas estén habitadas, sin duda se le podría clasificar, como al dodo, entre los animales desaparecidos de la superficie de la Tierra».

Últimos descubrimientos y despeje de conjeturas

A pesar de haberse extinguido hace más de un siglo, las discusiones taxonómicas acerca de su verdadera ubicación y descendencia se han estirado a lo largo del tiempo. Mientras circulaba la hipótesis, hoy descartada, de que fuese una variedad próxima al perro doméstico, algunos autores lo consideraron una especie insular del género Dusicyon que incluye a otras especies similares del continente vecino, y otros mantuvieron que Dusicyon debía reservarse de forma exclusiva para esta especie.

2009, se confirma el pariente vivo más cercano del guará

Aunque anteriormente se había relacionado al guará con lobos, coyotes y perros domésticos, los estudios filogenéticos realizados en 2009 demostraron lo que los gauchos argentinos ya intuyeron: el pariente vivo más cercano al guará es, definitivamente, el aguará guazú o lobo de crin (Chrysocyon brachyurus), ese particular cánido de extremidades excepcionalmente largas que habita el Nordeste de Argentina y que, en realidad, no es ni un lobo ni un zorro.

2013, se confirma el ancestro directo del guará

Tras examinar el registro fósil de Sudamérica, se identificó al cánido ya extinguido Dusicyon avus como su ancestro directo, una especie similar que habitó la Patagonia hasta hace unos 3.000 años. El estudio de 2013 descubrió que el género Dusicyon habría divergido de un antepasado común hace 6,7 millones de años y que, según el ADN del guará de las Malvinas, éste se separó de sus ancestros continentales hace 16.000 años, coincidiendo con el Último Máximo Glacial.

En ese momento de glaciación los niveles del mar eran mucho más bajos en todo el mundo –descendieron cerca de 130 metros–, por lo que Patagonia y el archipiélago malvinense solo estaban separados por una estrecha franja marítima poco profunda y de unos 20-30 km de ancho. Este pasillo, además, se cubría de hielo periódicamente, lo que habría permitido al D. avus cruzar hasta las islas antes de evolucionar. Probablemente decidió recorrer este puente de hielo en busca de alimento, de la misma forma que lo hace hoy el zorro ártico. Parece ser que otros mamíferos terrestres, como los roedores, habrían sido disuadidos de atravesar por ese espacio tan abierto y desprotegido.

Cuando el nivel del mar subió y los soportes de hielo se derritieron, la población que había alcanzado las Malvinas quedó genéticamente aislada en las islas separándose de la población de la misma especie que permaneció en el continente. Luego, el aislamiento geográfico y la evolución hicieron el resto: convertirle en el guará.

Fueron estos descubrimientos los que tumbaron la teoría inicial de que el guará hubiese surgido más tarde a partir de una población continental transportada por antiguos indígenas americanos.

¿Zorro? ¿lobo? ¿o chacal?

Aunque muy a menudo se referenció como el zorro-lobo o lobo-zorro extinto de las Malvinas, las últimas investigaciones sobre el guará revelan que estaba más cerca de asemejarse a un chacal que a todo lo demás. Esta conclusión se fue perfilando tras el estudio de sus hábitos alimenticios y de la morfología de su cráneo.

En un esfuerzo por entender su ecología, se elaboró una base de datos con más de un centenar de imágenes digitales de cráneos representativos de otras especies de cánidos salvajes hasta concluir que, tanto el guará de las Malvinas (Dusicyon australis) como su ancestro (Dusicyon avus), se parecían especialmente a las especies de chacal identificadas en África y Euroasia. El acentuado alargamiento del hocico, los pómulos estrechos, la robustez de su mandíbula inferior… Una serie de características típicas que compartían con otros depredadores oportunistas de tamaño medio.

Por lo visto el guará debió ser un devorador poco exigente, al igual que los chacales de la actualidad. Siendo visitante habitual de los pajonales de pasto Poa flabellata –una especie de gramínea coriácea de tipo tussok– y de las costas marinas, todo parece indicar que se alimentaba de pequeños pájaros así como de los huevos de aves que anidasen en el suelo. También formaba parte de su dieta algunos mamíferos marinos que, debido a sus características, bien podría tratarse de crías pequeñas, animales moribundos o bien de su carroña.

Más tarde, a partir de 1850, entre sus presas también se incluyeron pequeños corderos y aves de corral introducidas por los colonos… Esa fue su sentencia de muerte.

Causas de extinción

El guará sobrevivió a las duras condiciones de las islas durante decenas de miles de años hasta la llegada del siglo XIX en el que su número decreció drásticamente. La situación se volvía cada vez más crítica, sobre todo para un animal cuya población era limitada al estar confinada a tan solo dos islas. En 1850 quedaban ya muy pocos ejemplares vivos.

Sometido a una persecución cruel e incansable

Ésta es una de esas especies cuyas causas de extinción son irrefutables: desapareció en la segunda mitad del siglo XIX a consecuencia de la caza. En su extinción fue crucial el papel del hombre europeo y los cambios que provocó en los sistemas naturales, tales como la introducción de ganado con la consiguiente alteración de la vegetación y la llegada de perros domésticos desde Europa.

Aunque también se mencionan a los colonizadores escoceses y españoles, la historia no tiene dudas en señalar a los ocupantes británicos como los máximos responsables del hostigamiento sin piedad del guará hasta su total exterminio. No obstante, antes de la ocupación, en la década de 1830, la feroz persecución practicada por los loberos estadounidenses ya había contribuido, sin duda, a su declive poblacional. Clandestinamente, los loberos mataban a los guarás en masa para obtener su excelente y apreciada piel a fin de alimentar la lamentable industria peletera.

Acostumbrado a ganarse el sustento con esfuerzo, el guará encontró en las ovejas introducidas por los colonos una vía de alimento fácil y sustanciosa. Los ocupantes consideraron al guará una amenaza firme ante sus rebaños, de modo que algunos gobernadores británicos de las islas ofrecieron recompensas por cada ejemplar. Entre otros, se habla de cacerías y envenenamientos.

Su comportamiento manso y curioso le costó muy caro

Se trataba de un animal extremadamente dócil con los humanos, mansedumbre que arrastró casi en los albores de su exterminio, después de unos doscientos años de conocer los desastrosos efectos de su acercamiento al ser humano.

Hasta el momento, el guará era el único depredador de las islas y no sentía temor por la presencia humana. Su comportamiento que respondía más a confianza y simple curiosidad –bastante habitual en animales insulares– a menudo se confundía con ‘ataques’ y pasó a ser un animal estigmatizado y considerado peligroso. La respuesta a su carácter confiado se tradujo en verdaderas masacres. Las cacerías dirigidas por los ocupantes británicos no tuvieron dificultad en mermar rápidamente la especie hasta la extinción. El guará era tan pacífico que con una mano se le podía ofrecer un pedazo de carne para acuchillarlo con la otra.

Este es otro ejemplo significativo de la capacidad del ser humano para transformar el entorno que pisa y de hacer y deshacer según conveniencias e intereses. Y es paradójico porque para aquellas especies que consideramos una amenaza, somos precisamente nosotros su peor y más despiadada amenaza.

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PRÓXIMAMENTE: el Guará en imágenes

Pronto podrás visitar nuestra galería histórica para acercarte un poco más a la fauna perdida de los últimos tiempos a través de una recopilación de material documentado compuesto por ilustraciones y fotografías de diferentes épocas.

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PRÓXIMAMENTE: el Guará en imágenes

Pronto podrás visitar nuestra galería histórica para acercarte un poco más a la fauna perdida de los últimos tiempos a través de una recopilación de material documentado compuesto por ilustraciones y fotografías de diferentes épocas.

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