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2000 Bucardo

s21_bucardo

Imagen: Artimalia | Dibujo: Raúl Rodríguez mosiq | ©All rights reserved

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Nombre científico: Capra pyrenaica pyrenaica.
Reino: Animalia. Filo: Chordata. Clase: Mammalia. Orden: Artiodactyla. Familia: Bovidae.

«El bucardo es y no es, está y no está». Así da comienzo una poética semblanza de este animal en un artículo de opinión publicado en 2014 en el Diario de Jerez. La pieza habla, quizás no con toda la sensibilidad con la que debería abordarse un tema como la conservación de la fauna pero sí con cierta pericia, de la rocambolesca y trágica historia de esta criatura que sufrió en sus carnes –y en sus genes– el absurdo y la naturaleza ilógica que en muchas ocasiones define a la especie humana cuando se trata de su relación con el medio. A su declive contribuyeron la falta de previsión y la dejadez manifiesta a la hora de abordar planes de conservación, que se acometieron demasiado tarde y marcados por la ausencia de criterio.

Originariamente, el bucardo tuvo amplia presencia en el Pirineo, concretamente en Navarra, País Vasco, Lérida y Gerona. Se distribuía principalmente en superficies de bosque  ➤  de pino negro, haya y abeto, alternando con barrancos y cantiles rocosos entre los 1.000 y los 2.200 metros de altitud. Su alimentación se basaba exclusivamente en la vegetación del entorno, especialmente en líquenes y herbáceas. La largura y densidad de su pelo en invierno y el tamaño de su cornamenta eran genuinamente mayores que los del resto de subespecies de cabra montés que habitaron la Península Ibérica en tiempos históricos. La caza indiscriminada, practicada por cazadores no sólo de España sino también de Francia e Inglaterra, fue la principal causa del progresivo pero letal descenso de ejemplares desde mediados del siglo XIX.

Su último reducto fue el cañón del río Arazas, en Ordesa (Huesca). Aunque en 1918 se declaró esta zona como Parque Nacional y la especie como protegida, la caza ilegal no cesó. Por aquel entonces, la población de bucardo rondaba el medio centenar. Por añadidura, en la posguerra española sirvieron de alimento recurrentemente, una fatídica costumbre impulsada merced a que se trataba de animales muy dóciles.

El bucardo inició un punto de no retorno en términos de subsistencia en los años 70 del pasado siglo, cuando apenas se contabilizaban los 20 ejemplares. La especie ya era técnicamente ‘zombie’, es decir, incapaz de recuperarse en número y con mínimas garantías de reproducción. Cuando en los años 90 la población apenas alcanzaba la docena comenzaron los primeros movimientos que a la postre terminarían en intentos de clonación. No se llegó a este extremo hasta 2003, tres años después de la muerte del último ejemplar el 6 de enero de 2000, una hembra a la que se bautizó como Celia. El último macho había fallecido ya en 1999. El Gobierno de Aragón, a través del Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA), lideró un proyecto para intentar ‘revivir’ al bucardo a través de las muestras de la oreja de Celia. El intento no fructificó, ya que el animal que se consiguió engendrar apenas duró unos minutos con vida. Las administraciones regionales y estatales, durante décadas, habían sido incapaces de poner en marcha medidas de conservación de un animal que agonizaba a pasos agigantados. Para más inri, el proyecto se desarrolló bajo un absoluto secretismo y sin arrojar apenas datos sobre el coste que supuso para las arcas públicas aragonesas.

Los intentos por clonar el bucardo no han cesado y continúan desarrollándose con poca transparencia y con la firme oposición de numerosas voces referentes del naturalismo y el activismo medioambiental. El animal que «está y no está» todavía seguirá dando que hablar.

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