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El día del… sapo dorado

15.05.19 // POST ESCRITO POR AMAYA OYÓN
30 años sin Incilius periglenes

Por lo general, cuando profundizas sobre algún tema que ya te motiva, acaba por enamorarte todavía más. Y si el tema hasta el momento era ajeno, puede que descubras una nueva motivación para ampliar tus conocimientos. La sección «El día de…» busca ese chispazo en el interés.

En cada publicación de «El día de…» de nuestro blog, recogemos las aventuras y desventuras de una especie concreta ya desaparecida, os contamos las particularidades de su historia natural, cuáles fueron las principales amenazas a las que tuvo que hacer frente y por qué no pudo salir victoriosa en su lucha por la supervivencia. Información extendida que también acompañaremos de obra gráfica creada por nuestra red de colaboradores/as y que aportará sentido y color a esta acción conmemorativa.

Coincidiendo con el aniversario de su último avistamiento oficial, el día de hoy, 15 de mayo de 2019, se lo dedicamos a un animal que desapareció súbitamente a finales de los 80 y sobre el que giran numerosas hipótesis que tratan de alcanzar las verdaderas razones de su extinción. Un pequeño anfibio anuro que habitaba una región muy localizada de los bosques tropicales de Costa Rica. El sapo dorado.

sapo dorado

Sapo dorado o Sapo de Monteverde | Incilius periglenes
Su extinción fue uno de los primeros indicadores del declive anfibio generalizado. Desde su descubrimiento por el herpetólogo Jay Savage en 1966 hasta el último registro oficial, hay poco más de dos décadas. El 15 de mayo de 1989 la herpetóloga y ecologista Martha Crump avistó un macho solitario que pasaría a la historia como el último conocido de su especie; a partir de entonces fue clasificado como extinto por la UICN.
Foto: Charles H. Smith. Fuente: wikimedia commons

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Sapo dorado visto por ©Jaume Marco, para Artimalia. Técnica digital.

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Sapo dorado visto por ©Amaya Oyón, para Artimalia. Técnica digital.

Área de distribución
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Hábitat, la riqueza de la Reserva de Monteverde

El sapo dorado o Bufo periglenes era originario de los bosques húmedos tropicales de la Reserva Biológica del Bosque Nuboso de Monteverde, en Costa Rica, en una pequeña región de menos de 10 km². La reserva, fundada en 1972, debe su nombre a la cercana ciudad de Monteverde y cuenta con más de 10.500 hectáreas de selva tropical. Costa Rica es uno de los países biológicamente más diversos de la tierra y, curiosamente, durante el periodo entre su descubrimiento y desaparición, el sapo dorado era motivo de postales y carteles publicitarios que promocionaban la biodiversidad del país.

No es un caso aislado

La desaparición del sapo dorado es un ejemplo del grave descenso a gran escala que están sufriendo los anfibios durante las últimas décadas, y que les ha llevado a ser considerados como el grupo de vertebrados más amenazado del planeta. La actividad humana está causando grandes pérdidas en la biodiversidad global, pero parece ser que los anfibios están sufriendo un impacto mucho mayor que el registrado en otras especies de organismos.

Los declives más severos se han producido en Estados Unidos, Centroamérica, Sudamérica y la zona Este de Australia, aunque los casos de mortalidad masiva de anfibios afectan a la totalidad del planeta. La acumulación de contaminantes, el cambio de los patrones climáticos y la disminución de ozono en la atmósfera ya nos están pasando factura y, frente a esto, los anfibios pueden ser «nuestra primera y única advertencia temprana de que estos efectos están empezando a alcanzar niveles catastróficos, y pueden representar el primer signo de la inminencia de los accidentes de los ecosistemas». (arkive.org)

Fue a finales de 1980 cuando, por primera vez, se reconocía de forma abierta el descenso poblacional de los anfibios. Entre ellos se encontraba el caso del sapo dorado y otra especie vecina que desapareció al mismo tiempo conocida como rana arlequín de Monteverde (Atelopus varius), actualmente catalogada en peligro crítico (CR). Los datos climatológicos recogidos en la zona en 1987 detectaron un aumento del calentamiento de las aguas así como un bajo nivel de las precipitaciones, lo que pudo provocar la desecación de los huevos. 20 de las 50 especies de sapos y ranas anuros localizados dentro de un área en torno a los 30 km² en Monteverde, sufrieron durante ese año una caída poblacional y todavía no han mostrado signos de recuperación.

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Sapo dorado visto por ©Juan Carlos Aguado, para Artimalia. Collage digital.

Hembras y machos… tan distintos que no parecían de la misma especie
hembra y macho

La especie mostraba dimorfismo sexual acusado. Mientras que los machos adultos presentaban una distintiva, lustrosa y brillante coloración naranja-oro, las hembras adultas eran de color oscuro y con la piel moteada de manchas rojas y amarillas.
Los machos, con apenas 39–48 mm de largo, tendían a ser ligeramente más pequeños que las hembras, que rondaban los 42–56 mm. En los sapos jóvenes, sin embargo, los sexos no podían determinarse porque eran de apariencia muy similar.

La lucha por la procreación

Se asume que el sapo dorado hibernaba bajo tierra gran parte del año y solo se dejaba ver en el mes de abril, durante la época de apareamiento, cuya duración era de pocas semanas, cuando el bosque se tornaba más húmedo. Los machos se congregaban en charcos a la espera de la llegada de las hembras y luchaban entre sí por la oportunidad de reproducirse. Si el número de machos superaba claramente al de las hembras, la competencia se volvía feroz.

Una vez formaban enlace, el macho abrazaba firmemente a la hembra con los antebrazos rodeándole la espalda hasta que conseguían aparearse, en biología este modo de acoplamiento se denomina amplexo y es propio de los anfibios anuros. Tras el apareamiento, los sapos regresaban a sus refugios subterráneos. Un promedio de 228 huevos quedaban depositados en estos charcos temporales y, dos meses después, se transformaban en renacuajos.

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Hembra de sapo dorado vista por ©Guiomar González, para Artimalia. Técnica mixta.

Poema por ©Juana Espín, para Artimalia.

«Croares amarillos»

Croares amarillos en la
charca negra,
Croares amarillos
lloran por el hombre de piedra.

Reclaman su húmeda tierra
los sapos dorados de croares amarillos
joyas deslumbrantes
que perdieron su brillo.

Con los ojos abultados nada el sapo dorado
entre el fango pringoso
despacio y atolondrado.
Muere sin agua el sapo dorado
ojos desorbitados
que devuelven el misterio del clima tergiversado.

El sapo dorado se debate,
lucha en la orilla de una ciénaga encendida.
Su canto es un cantar de lluvia
croa en amarillo
implorando auxilio a las nubes perdidas
¡que caiga agua del cielo!

Con el lodo entre sus patas viscosas y frías
añora el sapo dorado
el coro estridente de otros sapos en cría
que también murieron al Sol
entre los juncos de una charca
negra y podrida.

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Sapo dorado visto por ©Amaya Oyón, para Artimalia. Técnica digital.

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Sapo dorado visto por ©Jorge Ochagavía, para Artimalia. Técnica mixta.

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Sapo dorado visto por ©Jorge Ochagavía, para Artimalia. Técnica mixta.

El declive anfibio, un cóctel de posibles causas

Los investigadores han llegado a la conclusión de que no hay una sola causa que justifique la decadencia global, es más una combinación de factores los que están poniendo en riesgo, en distintos grados, a las poblaciones de anfibios. El caso del sapo dorado es, quizás, uno de los más sorprendentes dentro de la extinción anfibia debido a la naturaleza abrupta de su declive.

Las causas de extinción del sapo dorado continúan siendo inciertas. Su desaparición fue primero atribuida a los efectos del cambio climático, a partir de los trabajos de Martha Crump y colaboradores. El biólogo australiano Tim Flannery afirmó que la extinción del sapo dorado «era la primera desaparición de una especie derivada principalmente del calentamiento global». Sin embargo, nuevos estudios han cuestionado esta hipótesis, sugiriendo otras posibles causas de su declive y extinción como: la polución del aire; su vulnerabilidad natural debida a su limitada área de distribución; la introducción de especies no nativas en Costa Rica o el impacto del turismo y el comercio de especies exóticas. El reciente descubrimiento de una nueva enfermedad propia de los anfibios, la quitridiomicosis, que ha causado extinciones o serios declives poblacionales en todo el mundo, ha señalado también al hongo causante de esta pandemia como un posible culpable de la desaparición del sapo dorado.

La destrucción y modificación del hábitat
Este es el factor más común de todos. Cuando las extensiones naturales desaparecen o experimentan un retroceso, gran parte de la flora y la fauna habitante se va con ellas. La pérdida y degradación de hábitat está afectando al 90% de las especies de anfibios que se encuentran en peligro. El caso de los anfibios todavía es más delicado porque, generalmente, necesitan de hábitats tanto terrestres como acuáticos, así que la amenaza de cualquiera de es estos dos medios naturales puede afectar a su población. En este aspecto, los anfibios son más frágiles.

Las especies introducidas
La introducción de especies exóticas en un hábitat que por la naturaleza no le corresponde puede traer consecuencias ecológicas desastrosas. Si una especie importada resulta finalmente dañina, puede provocar cambios importantes en la composición, la estructura o en los procesos de los ecosistemas, poniendo en peligro la biodiversidad biológica nativa. Un ejemplo ilustrativo: la introducción de peces no autóctonos puede significar que, tanto los anfibios en pleno desarrollo como los renacuajos, puedan convertirse en presa fácil para estos nuevos depredadores.

La comercialización
Los anfibios son removidos de sus espacios naturales para ser vendidos internacionalmente como alimento, como animales domésticos, o para suministro de mercados medicinales y biológicos.

Los contaminantes químicos
Existe la evidencia de que los pesticidas pueden viajar grandes distancias desde áreas restringidas hasta zonas vírgenes. Los agentes contaminantes tienen efectos variables en los anfibios, algunos ocasionan alteraciones en su sistema nervioso central; otros, causan una interrupción súbita en la producción y secreción hormonal. Parece ser que los agentes contaminantes químicos también están causando el desarrollo de deformidades: miembros extra, ojos mal formados, etc. De todos modos, es difícil determinar cuáles son las causas reales que desembocan en deformaciones y también es difícil constatar si estas malformaciones se han incrementado en los últimos años o no.

Un hongo patógeno y la quitridiomicosis
Se denomina quitridiomicosis a la enfermedad causada por un hongo patógeno denominado Batrachochytrium dendrobatidis. Puede que aquí esté parte del descenso poblacional del sapo dorado. Los ejemplares infectados suelen mostrar lesiones en la piel e hiperqueratosis, un trastorno que se debe a una acumulación excesiva de queratina en las capas externas de la piel. Se cree que el hongo les produce una especie de asfixia porque les imposibilita respirar a través de a piel. Según algunos informes, se calcula entre una o dos semanas desde la infección hasta el fallecimiento.

sapo dorado quitridio

Rana infectada de quitridiomicosis. Foto: Forrest Brem. Fuente: wikipedia

El cambio climático

El 15 de abril de 1987, Martha Crump contabilizó un total de 133 sapos apareándose en un pequeño charco. Cinco días después atestiguó como el charco se estaba secando «dejando los huevos disecados y cubiertos de moho» y apuntó los efectos de la corriente El Niño, primero, y del cambio climático, después, como principal causa. Están muy extendidas las afirmaciones que relacionan el cambio climático con la desaparición del sapo dorado y otros anuros de la zona, sin embargo, nuevos estudios ponen en duda esta hipótesis como causa de la extinción.

Las teorías del cambio global son complejas porque pueden afectar a una región directamente o desencadenar una serie de eventos que tengan efecto en una región alejada del foco del cambio.

No es descabellado pensar que los anfibios tienen tendencia a ser más vulnerables ante los cambios de temperatura y las variaciones en los niveles de humedad, incluso antes de nacer, ya que los huevos carecen de cáscara protectora. Existen estudios que evidencian la posibilidad de que, en días extremadamente secos, la profundidad de los charcos donde los anfibios depositan los huevos se vea reducida quedando expuestos a una mayor radiación y propiciando enfermedades infecciosas y mortandad. Debemos señalar, sin embargo, que tales efectos fueron descartados en el caso del sapo dorado debido a las características naturales de su hábitat. La espesa capa de nubes del ambiente montano que mantiene las temperaturas frescas y preserva los niveles de humedad, debió protegerles de los efectos dañinos de la radiación.

Un estudio de 2010 reconstruye todo un siglo a través de datos climáticos de Monteverde. Los informes sugieren que los cambios acontecidos en el bosque nuboso han sido impulsados por la variabilidad natural del clima local y no por los efectos producidos por las actividades humanas en el clima global de la Tierra. Pero entre tanta hipótesis hay una certeza: el sapo dorado ya no está.

Fuentes de consulta

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Han participado en este post:

Jaume Marco
Allá por 1977…
—Y a ti, Jaume, ¿qué te gustaría ser de mayor?
—A mí, selvero.
—Pero, ¿eso qué es? Ese trabajo no existe.
—¿Por qué no? Uno que hace zapatos es zapatero; entonces, uno que va a la selva, será un selvero, ¿no? Pues sí, ¡yo seré selvero!

Vivo y trabajo en València como diseñador gráfico e ilustrador. De momento no he logrado ser selvero, pero sí he conseguido ilustrar animales –algo que he hecho desde siempre– y publicarlos en un álbum infantil «El viaje de Max pelo-flecha», con texto de Francesc Vila.

En otra vida sería… un caballo salvaje o un lobo… nunca lo tengo claro.

Amaya Oyón
Acerté de lleno eligiendo Diseño Gráfico en la facultad de BB.AA de la UPV. Coexistir con animales me hace sentir viva, por eso Artimalia se ha convertido en mi proyecto mimado y doblemente gustoso porque me ha permitido explorarlo y fusionarlo con mi profesión. Fue en 2010 cuando surgió ese primer apunte rápido sobre Artimalia sin imaginar hacia dónde nos llevaría… Hoy me siento muy honrada de compartir con todos los colaboradores estas horas de dedicación sincera que han hecho que aquella primera idea casi desdibujada se transforme en este proyecto compacto y emocionante. Y lo que vendrá.

En otra vida sería… un vencejo, porque apenas necesita aterrizar.

Juan Carlos Aguado
Diseñador Gráfico interesado en todo lo relacionado con las Artes.
Sensibilizado con todo lo relacionado con la fauna y el planeta en general.

En otra vida sería…
…Estando el cocodrilo y el orangután
dos pequeñas serpientes y el águila real…

Guiomar González
Dibujo desde que tengo memoria. Siempre me interesaron el arte y los cuentos, y un día empezaron a pagarme por dibujarlos ¡Toma! Me sumé al proyecto Artimalia porque quiero aportar mi granito de arena a la lucha contra el olvido; y porque creo que la información y la educación son la base de un mundo más justo para todos los seres vivos.

En otra vida sería… Un cuervo. Bueno, una cuerva.

Juana Espín
Crecí recorriendo carreteras entre ciudades, campos, pueblos y aldeas de España hasta que me detuve en Valencia, donde ya llevo un buen tiempo. Vivo y trabajo entre libros: los leo, los escribo, los huelo, los acaricio, los beso. Son mi gran pasión. Adoro viajar a países remotos donde nada es como yo conozco. Me meto fácilmente en la piel de animales, plantas, personas y cualquier tipo de objeto. Y estoy contentísima de formar parte de Artimalia aportando mi pequeño granito de arena.

En otra vida sería… cada día sería un animal distinto, por aquello de variar y probarlo todo. Pero si me obligasen a elegir uno, sería un pájaro carpintero. Adoro los árboles y volar.

Jorge Ochagavía
Así le vemos:
Si te encuentras a alguien, boli en mano, abriéndose hueco en la barra de un bar con el dispensador de servilletas monopolizado a modo de libreta espontánea y que, mientras va creando sus trazos, te suelta un comentario vacilón… ese será Jorge.

En otra vida sería… un poco de bonobo, gato persa, mosquito tigre y koala.

Sergio Navarro
Dicen de mí que soy un ‘informático sensible’ porque me preocupo por el kerning, el tracking, el padding, el color y las tipografías. Sé distinguir la Arial de la Helvetica. Soy de naturaleza lógica y analítica y disfruto interpretando datos estadísticos. Me gustan las cosas bien hechas y siempre procuro un código limpio y ‘aseado’ para mis trabajos web. Amante de la fotografía, la música y los Gifs animados. Mi tiempo libre se lo dedico al proyecto Artimalia y a remar en piragua; ahora estoy deseando cambiar el río por el mar.

En otra vida sería… Súper Ratón.

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